El libro presa del olvido

Desde el umbral de la biblioteca, la estancia imponía por dimensiones, presencia pero también por ausencia. Interminables estanterías de madera ennegrecida por el tiempo y quién sabe si por la indiferencia, aparecían vacías salvo algún olvidado ejemplar, de triste figura y aire altivo. Superviviente de mejores épocas, promesa de futuros momentos de ensoñación, resultaba imposible resistirse a su llamada, ignorar el agonizante mensaje de su existencia.

Foto: Mercedes De Soignie

Foto: Mercedes De Soignie

«No recuerdo la última vez que unas manos me acariciaron con deleite, que alguien se tomó el tiempo necesario para conocerme tal cómo soy, escudriñando en mi hasta no haber secretos. Apenas puedo recordar cómo se entregan los corazones cuando son incapaces de dominar el ansia por saber, descubrir, disfrutar. Sin prisas, con pausas.

Echo de menos las citas clandestinas, a media luz, donde el tiempo vuela al unísono con el espíritu. Cuerpo y alma unidos, indiferentes a cuanto acontece alrededor, inmersos en un mundo solo para dos. A veces soñado, no siempre comprendido pero aún así, compartido.

Necesito el entusiasmo ajeno, la pasión provocada a fuerza de llegar al corazón, el deleite de la posesión, la comunicación a través del tacto, la vista y el olfato. Añoro las relaciones que invitan a perderse desde el principio hasta el fin, porque toda historia tarde o temprano debe terminar. Así ha sido y siempre será.

Cuántos secretos desvelados, diálogos donde los sentimientos hablan en primera persona, venturas y desventuras de fieles compañeros en el camino de la imaginación. Pequeños tesoros protegidos por un silencio lleno de palabras cuidadosamente elegidas por quien siempre vivirá en mi. Aquel capaz de entregarse sin temor a la incomprensión o indiferencia, maestro a la hora de mostrarme sin reservas ni dobleces, como un libro abierto.

Luego llegó el abandono paulatino, pensé poder superar la soledad impuesta por las ausencias. La vida me había enseñado cuanto podía conseguir, hasta dónde llegar, qué esperar. Confié en sobrevivir pero la realidad exenta de sentimientos, de relaciones personales carece de sentido, solo conduce al olvido. Triste palabra entendida a fuerza de ignorancia y desidia.

Aquí me tienen, testigo impasible de idas y venidas, ajeno al fin de mi existencia. El tiempo ha ido borrando mi esencia hasta quedarme en blanco. Siempre me gusto como me sienta el negro».

Acariciando los bordes de aquel olvidado ejemplar se dirigió, lentamente, a uno de los regios sillones que amueblaban la estancia para perderse en su interior, dispuesta  a dejarse llevar por la magia de la escritura más allá del mundanal ruido.

Con sabor a mar y olor a azufre

Foto: Felix González Muñiz

Foto: Felix González Muñiz

Hubo un tiempo en que las historias interesantes ocurrían en pintorescos y encantadores pueblecitos o en modernas e industriales ciudades pero nunca en lugares como este. Situado a medio camino entre ambos, en algún punto de ninguna parte, existe una tierra de leyendas labradas en piedra y acero, de lustroso pasado e incierto futuro, apenas intuido a través de la niebla del desencanto, respirando langidamente.

Cual Cenicienta posmoderna, atesora hermosos vestigios de un orgulloso ayer valorado a fuerza de cuantiosas pérdidas, incapaz de afrontar el mañana escudado en los alelos de la rutina, muestra una inquebrantable persistencia a la hora de buscar el beneplácito de terceros, demasiado ocupados en sus propias batallas.

Empedradas calles y plazas dan cobijo a un tropel de juglares enzarzados en relatos de hazañas y contiendas sin ningún orden ni concierto. Fruto de la confusión, nacen nuevas versiones que, con el paso del tiempo y las lenguas, nada tienen en común con la realidad original. En pocos escenarios, uno esperaría encontrar tanta singularidad por baldosa.

Aquella villa vive el agónico preámbulo de una muerte anunciada con la indiferencia de quien confía en la salvación por obra y gracia de una providencial intervención. Un nutrido grupo de influyentes vecinos, cegados por la vanidad y la prepotencia gastan los días, incluso las noches, en autoproclamar supuestos méritos, alabando turbios manejos, patrocinando fracasos disfrazados de escusas e incompetencias siempre disculpadas tras fallos ajenos.

A pesar de la crítica situación, los plácidos habitantes, antaño aguerridos luchadores, demuestran reiteradamente una manifiesta incapacidad a la hora de aunar esfuerzos para caminar en una misma dirección, superarando el yo con nombre y apellidos en beneficio del anónimo nosotros.

Perdidos, divagan buscando una fórmula mágica que abale una supuesta valía con denominación de origen, incapaces de mirar a su alrededor para aprovechar los éxitos y fracasos de quienes llegaron antes.

Este lugar muere lentamente ebrio de vanidad mientras a su alrededor proliferan los cadáveres de un estimulante ayer y un  agonizante mañana.

Algunas noches, la luna viene a iluminar los caminos transitados en otras épocas, ni mejores ni peores solo distintas. Bajo su protectora luz, navegan silenciosas embarcaciones cargadas de proyectos, dirigidas por descendientes de una osada estirpe capaz de ver entre la niebla, rumbo a otras tierras donde desarrollar sus sueños o enmendar posibles fracasos. Ansiosos de futuro, ávidos de optimismo, son conscientes del precio del viaje y están dispuestos a soltar el lastre necesario para alcanzar el destino.

Foto: Felix González Muñiz

Foto: Felix González Muñiz

Nombres del ayer

Será este crudo invierno que ha tintado de gris la realidad circundante o tal vez las despedidas sin previo aviso, consecuencia del veloz paso del tiempo o mejor dicho, de la brevedad de nuestro tiempo. Quizás sea todo y muchos pocos más.

Mientras la lluvia cae persistente e indiferente, la mente vuelve al ayer para rescatar algunos nombres, supervivientes al olvido, como pequeñas estaciones a lo largo del camino.IMG-20150206-WA0005

Apenas llegábamos de puntillas al mostrador cuando íbamos a verla. Charito, femenina en sus redondas formas, de una blancura inmaculada y permanente sonrisa pintada de Dior, avisaba de nuestra llegada.

En una ventanilla cercana, entre paquetes y sellos, trabajaba Atilano. Alto, serio, guardaba con cuidado cuantos ejemplares de estampillas raros caían en sus manos. Años después, llegaría Rosa, su sonrisa iluminaba aquella enorme oficina donde los hombres predominaban y las mujeres brillaban.

Por alguna extraña razón rutinas cercanas forman parte de recuerdos en primera persona: el pan en Meyos, los pasteles y el huevo hilado de Polledo, la carne de Delfina, los periódicos en Luisa, las tardes cosiendo en casa de Ana.

Las baldosas mojadas del casco antiguo hablan de Eloy, viejecito del que tan solo alcanzo entrever una amable sonrisa. De Moncho y Esther. Elegante y alta por igual, sus larguísimas piernas con leggins y francesitas aún hoy no pasarían desapercibidas. El bajito, rechoncho, desprendía bondad en cada gesto. No había encuentro sin monedas de chocolate envueltas en dorado papel.

De la escuela sobresalen dos nombres entre tantos, Doña Elena y Don Felipe. A pesar de los años, es imposible nombrarlos obviando semejante tratamiento.La férrea disciplina, la sobriedad y personalidad de una mujer todo carácter a la que le encantaba un traje de chaqueta rojo heredado de mi prima Rosa, que nada tenía que ver conmigo ni con mi edad.

La modernidad llegó de la mano de Felipe Prieto y su mujer Maribel. Jóvenes, alegres, ella tocaba la guitarra, el trabajaba el cuero y fumaba en pipa, hasta el perro encajaba en la estampa.

De las incursiones en el mundo paterno, Josefa y su hija Mari del Reguero, siempre pendientes de la comida riendo las bromas ajenas. Y María, envuelta en un blanco delantal, a quien veía pelar patatas por la ventana de la cocina de la Tataguya.

El reducto femenino por excelencia se concentraba en Galé, al calor de la cafetera siempre resoplando y las bandejas de rosquillas azucaradas recién sacadas del horno. Voces imparables y ruido de sillas llenaban las mañanas por semana.

Carmina rodeada de hilos de colores, gomas de distintos grosores e infinitas hileras de botones cosidos a trozos de cartón. Entre el humo de cigarrillos visitábamos a Paco en la librería, paraíso habitado por los libros de películas de Walt Disney, la prole de Enid Blyton, Louisa May Alcott , Emilio Salgari, y tantos otros.

Hoy los recuerdos huelen a papel y tinta, penetrante perfume de fantásticos sueños. Soporte de increíbles historias.securedownload

 

 

Desde el otro lado del charco

Yo no tuve un tío en América pero si un primo que llenó las navidades de ilusiones made in USA y los veranos de sabor puertorriqueño. Celebrábamos sus visitas con la alegría de los que admiran, quieren y envidian a partes iguales. Nos sentíamos especiales bajo su sombra,  afortunados partícipes de la irónica sabiduría de quien se ríe de uno mismo como punto de partida para mofarse del mundo.

Fue padrino de varias generaciones, nunca entendí por qué debía compartirlo con todos si cada uno tenía el suyo. Relevo de la figura paterna, fiel admirador cuando no seguidor de descabelladas andanzas, heredero de un sentido del humor fuera del entendimiento común, amigo fiel más allá de la distancia.

Protagonista de divertidas noches navideñas con Papa Noel como invitado principal, villancicos cantados a pie del portal y risas flotando en el ambiente. Intérprete de habaneras a golpe de guitarra,  números musicales al son de las maracas y rítmicas escenificaciones con una silla como escenario.

Viejo profesor antes de serlo, hacedor de mágicos regalos: libros cargados de historias de aventuras y caballeros andantes, una gran maleta de piel blanca compañera de mis primeros pasos por el mundo o un mes en Inglaterra cuando la adolescencia aún turbaba la mente.

Cicerone en el Madrid de los descubrimientos, conversador experimentado, humorista aventajado. Firmaba los manteles con quemaduras de cigarrillo, bañaba los días con vino y sus noches en whisky. De frágil figura y alargado recuerdo, a través de su sonrisa los sueños eran accesibles y el cariño sin artificios un derecho al uso.

Digno sucesor del maestro, hijo de una luchadora, hermano pequeño de un amor sin fronteras. Hasta el último encuentro, a pesar de los años y las cicatrices, me hizo sentir hasta las lágrimas. Su ausencia resultó dolorosa, su marcha un hasta siempre en el recuerdo.

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A duo

Un obstáculo, un paso

Una incógnita, un deseo

Una intuición, una esperanza

Una sugerencia, una invitación

La posibilidad de un tal vez o un quizás

Frente a frente ante el temor, la imposición

Latente la voluntad de seguir, de continuar,

El anhelo de alcanzar, de lograr

Una tras otra invitan, detienen, transigen

Imprevisibles, evocadoras,  su  sola presencia inquieta

Promesas implícitas, imaginativos telones de sueños

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La casa de la Libertad (III)

La casa recibía visitas e invitados complacida, sabedora de su protagonismo, cómplice de nuestra hospitalidad, partícipe de nuestras vidas. En la peculiar puerta interior, un frío y contundente picaporte de bronce. En la exterior, la ausencia de timbres e interfonos, convenció a los visitantes de la efectividad de silbar, manteniéndonos siempre pendientes de la improvisada llamada de quienes hasta allí se acercaban.

Durante las veladas oficialmente mágicas, Noche Buena, Reyes o en fiestas sorpresa, los ruidos parecían multiplicarse alimentando la imaginación de los pequeños, acallando los comentarios de otros niños sobre la existencia o no de los fantásticos personajes protagonistas. Quién podría resistirse a semejantes evidencias, el crepitar de la chimenea, supuestos pasos sigilosos percibidos a través de la madera.

Crecimos con los niños, cumplimos años e ilusiones, alimentamos sueños, creamos magia. Aprendimos a ver a través de sus ojos, a defenderles de enemigos exteriores como la incredulidad, la desidia, el materialismo y tantas cosas. Vivir entre aquellas paredes también exigía un alto precio, admitir lo peculiar, superar lo imprevisto, desarrollar la fuerza necesaria para seguir adelante aún sabiendo que el mañana traería nuevos percances, saber escuchar pero también crear.

La conversación fluía libremente en aquel ambiente, todos lo sentían y buscaban su cobijo, acudían a su encuentro. Nunca sabías cuánta gente aparecería a cenar, única comida en la que coincidiámos todos y más.

Llegaban con algo o sin nada, corrían tiempos duros para casi todos. Preparábamos sobre la marcha en función del número de comensales y existencias. Todos participábamos de aquellos momentos, aportábamos nuestro grano de arena y nos sentábamos a la mesa entre risas, dispuestos a brindar hasta el amanecer.

Cuando los niños, siempre reticentes a obedecer, se iban a la cama, las risas se apagaban y llegaba la hora de las confidencias. Caldeábamos nuestras almas mientras apurábamos una copa o más. Entre los crujidos de la madera, los estampidos de la chimenea, en presencia de los extraños objetos que llenaban nuestro pequeño mundo, nadie se resistía a desnudar el alma. Los sueños de los pequeños convivían con los nuestros.

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¡¡¡Feliz Año Nuevo!!!

A la luz de las velas en la noche más vieja, los cuartos previos a las campanadas suenan a pereza. Un vano intento por retrasar lo inaplazable, por llenar un silencio con aires de despedida, un pequeño puente entre el ayer y el mañana que conlleva dudas y vacilaciones, dando la oportunidad de equivocarse antes de empezar.

Doce campanadas para otros tantos deseos. Unos, viejos conocidos y algunos, recién adquiridos. Todos, alimento de expectativas que hablan de inquietantes realidades.

Doce campanadas para animar sueños de alta velocidad y baja resolución, para fundir sentimientos y vanidades con la alegría propia de la banalidad de un mundo artificial.

Reparos, remordimientos y demás incomodidades del alma no han sido invitados a la ruidosa celebración y permanecen a la espera en la fría noche de un año caducado.

Atragantados por la abundancia de brillos y excesos, al levantar la copa en el gran brindis, busco con la mirada hasta descubrir su silenciosa presencia…..

Allí esta, nos conocemos desde hace demasiado tiempo y aunque no fue fácil admitir sus reproches y exigencias, son ya muchos años compartiendo tropiezos y caídas. Ha sido una larga historia, un abrupto camino hasta llegar a coexistir y admitir nuestro respectivo papel.

Deseando que la vida no nos quite la ilusión de vivir, la oportunidad de seguir y la posibilidad de compartir, mirando fijamente a la piedra con la que sigo tropezando una y mil veces, os deseo ……

¡¡¡FELIZ 2015!!!

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Enredada entre cervezas y sueños

Recuerdo cuando el mejor juego era soñar qué harías en la vida, cuando las posibilidades se extendían ante tus ojos y nada era imposible porque eras joven, válido, con algún destello y creías en ti primero, en el mundo después.

Recuerdo cuando reunirte con amigos cerveza en mano y la noche por delante para hablar hasta la saciedad de planes y deseos cara a un futuro de dimensiones infinitas, era el mejor plan posible. Risas, pasión, anhelos, agitadas conversaciones, agudo lenguaje, veloces pensamientos.

Aquellos momentos trajeron otros, en los que estamos entretenidos hoy por hoy, donde reunirse requiere, inexplicablemente, la elaboración de un despliegue logístico importante, donde la cerveza ha dado paso a algo más elaborado, donde lo único que se mantiene, en el mejor de los casos, son las risas. La pasión se nos ha ido y deseamos creer que por culpa de los años, los anhelos se reducen a cobrar la pensión en su momento, las conversaciones se han llenado de vacíos silencios y los pensamientos se enredan entre trabajo y familia.

No sabes realmente si son tus viejos compañeros de armas o seres venidos de otras vidas, usurpadores de cuerpos. Te debates entre creer que siguen ahí, agazapados en algún rincón a la espera de mejores momentos o han abandonado definitivamente el mundo.

Te preguntas si ha sido una decisión voluntaria, el resultado de una evolución vital, el fruto de mil batallas perdidas, el deseo de descanso, la rendición de quien no cree en si mismo y menos aún en el mundo que cada día resulta más ajeno, de quien ha decidido limitarse a esperar el fin de esta insignificante vida.

Y pides otra cerveza para seguir jugando a soñar

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Fernándo Alba: Los sueños nos mantienen vivos.

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Tenía dudas sobre cuál sería el primer post del blog, moda, belleza, reflexiones …..  Los interrogantes desaparecieron al encontrarme con el escultor Fernándo Alba en la conferencia ¿Dónde están nuestros sueños?

Presencia, voz y carisma acompañan armoniosamente ideas, reflexiones y cómo no, su trabajo. Alba llano y directo tiene la grandeza de los elegidos, aquellos capaces de ver y reconocer sin atenerse a conformismos, posicionamientos o corsés. La fuerza de los vividores, esa raza que no teme el paso del tiempo, si no que lo utiliza para ser más sabio, mejor; para buscar nuevos sueños que realizar o por lo menos desear.

En ocasiones, palabras y pensamientos ajenos parecen contestar o dar luz a personales interrogantes y dilemas. Cuando ocurre, se establece un excitante dialogo silencioso, normalmente ignorado por una de las partes, aunque a veces fluye una empatia sensitiva.

“La felicidad es la certeza de no sentirse perdido” Kierkegaard

Reivindica una idea chocante en quienes han triunfado. La necesitad de perder el temor al fracaso. El miedo bloquea y evita el desarrollo….

“El hombre mojado no teme la lluvia” Anónimo.

“Perder el miedo al fracaso es el mayor logro. Una vez perdido podrás ser lo que quieras”.

La formación es importante, ya descubriremos para qué …..

“Lo esencial debemos descubrirlo nosotros, la orientación corresponde al maestro”.

“No hago más que prepararme para estar a la altura del azar” Nietzsche

Alienta el individualismo, a pensar y reflexionar sobre uno mismo y el camino a seguir. No le preocupan quienes viven de analizar la obra ajena,  críticos o no. Si lo hacen bien será bueno para todos, ampliarán la visión y ayudarán a ir más allá. Si no lo son, no merece la pena hablar de ellos….

Sin individuos no hay colectividad, hay rebaños”

“Logremos crear lugares de refugio y resistencia”.

Los años no son garantía de tener las respuestas, de saber cuál es el camino. El caos también es creativo ….

“Cuando uno está en el vacío hay que detenerse y reflexionar”

“Sepamos pensar entre la multitud”

Soñar nos hace vivir, sin sueños nos espera la muerte….

“Somos muy poca cosa o nada si no descubrimos ese pequeño sueño que habita dentro de nosotros y que nos hace ser creativos (y si no lo descubrimos habrá que inventarlo)”.

“Nuestros sueños nos mantendrán vivos”

De las dudas salen certezas. El espectador forma parte de la obra así como el entorno…..

“La obra de arte no se construye con certezas sino con enigmas. Mi obra aspira a ocupar un lugar en el interior del espectador en forma de interrogación”.

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