La vida es ahora

Un buen día la vida dio la vuelta aunque no fue de forma imprevista, se veía venir desde hacía tiempo pero ya se sabe, una piensa que pasará de largo y de repente se encuentra ejerciendo de coprotagonista de la crisis. Entró a formar parte de los millones de damnificados por un seísmo económico que solo resultó ser la parte visible de algo más profundo: el fin del mundo en el que había crecido y pensaba morir.

Ser mujer y madre, le hicieron más débil pero lo peor resultó ser la edad, no porque se sintiera especialmente mayor o vulnerable al haber sobrepasado la barrera psicológica que habla de la juventud capaz de mover montañas y todo lo puede. En su haber se almacenaban demasiadas batallas como para dudar de sus capacidades, estaba preparada para luchar por los demás, por los suyos, por una vida mejor pero se había olvidado de cómo pelear por si misma. Fue triste ver cómo aquellos, con quienes compartió años y algunas cosas más, apartaban la cara para respirar aliviados de no ser los señalados, cómo evitaban contactos a todas luces no recomendables dada la situación. Resultó duro aún a sabiendas de la calidad humana circundante, del egoísmo que habla de miedo, debilidad y pobreza interior.

Foto: Sergio López

Foto: Sergio López

Volvió a casa para explicar que lejos de estar para solucionar problemas, mama resultaba ser hoy el problema, que aún intentando minimizarlo afectaría a todos y necesitaría de ellos para salir del agujero negro que se había tragado el plácido mundo hasta entonces habitado. Ella, pilar familiar, propulsora incluso en los momentos más duros, frente a las adversidades más imprevistas, sintió la realidad ceder a sus pies arrastrándolo todo. No sabía pedir, se había acostumbrado simplemente a seguir confiada en las fuerzas que en algún momento de la serie de acontecimientos que sacudieron sus vidas quedaron reducidas a cenizas, sepultadas bajo toneladas de escombros.

Hija de una época donde el orgullo de ser mujer acabó con roles y estereotipos que imponían silencio y sumisión, encontró el camino, que no la solución, en el apoyo de los suyos fruto de lecciones aprendidas y ejemplos compartidos, sembrados en lejanos días casi olvidados.

Hoy, cuando el mañana es ahora, volverá a recomponerse, a reconstruir el presente, a confiar en el verdadero motor que le anima a seguir: el amor a la vida, el deseo de vivir cuanto aún depare el camino.

El valor de la memoria

La noticia del supuesto Alzheimer de Jack Nicholson ha saltado a la actualidad encendiendo los focos sobre la evidente crudeza de una enfermedad cada vez más frecuente y siempre despiadada.images (1)

Dicen algunos, auto proclamados enterados de los entresijos del laureado actor, que a sus 77 años el que fuera uno de los grandes, vividores y estrellas de la pantalla, poseedor de una memoria privilegiada y exigente profesional a pesar de los excesos del mundanal ruido circundante, deambula por sus míticas mansiones de Mulholland Drive incapaz de memorizar los guiones.

En este mundo nuestro, arrastramos lacras que nos hacen estremecer cuando por activa o pasiva nos vemos obligados a enfrentamos a ellas pero tal vez ninguna asusta tanto como la pérdida de memoria: La individual y la colectiva.

Llegados a este punto saco mi piedra, vieja amiga y compañera en el brindis por el Nuevo Año, para compartir este momento.

Las pérdidas de memoria naturales se convierten en aterradoras a partir de determinada edad, cada vez más temprana ciertamente, por su proliferación y  menoscabo de la identidad y vida que acarrea. Su amenaza, en el ocaso del camino, implica la privación de nuestro mayor logro, la capacidad de raciocinio.

La posibilidad de enfrentarse a esa situación, de momento, escapa a cualquier control, la amenaza esta permanentemente rondándonos. Pero sin llegar a esa terrible realidad, en demasiadas ocasiones nos sometemos de forma voluntaria, por acción u omisión, a su extirpación. Es una intervención relativamente rápida, indolora y efectiva. Una cómoda, cuestionable adjetivo, manera de evitar el reconocimiento que tanto cuesta, el compromiso que tanto exige, la renuncia que tanto duele.

La vida, de por si, obliga a afrontar situaciones que requieren pararse a pensar. Una capacidad asumida como equipamiento de serie que, a fuerza de no utilizar, se deteriora e incluso bloquea.

Hay quien defiende con total convencimiento la gratuidad de pensar, no es mi caso. Sin duda tiene un coste y no bajo, no solo por el hecho en si, que también, además conlleva respuestas y estas, por lo general, repercusiones anexas.

Pensar significa detenerse a analizar, razonar y de forma implícita obliga a actuar en circunstancias concretas. El asunto se complica por momentos.

A veces, algunas veces, olvidamos cómo caminar y tal vez en esas ocasiones es conveniente pararse a mirar alrededor y escuchar, porque como dicen los versos de Machado: «caminante no hay camino, se hace al andar».

Bailando bajo la lluvia

Cansada de esperar el final de la tormenta,

saltó directamente a los charcos y

bailó al son de los truenos.

Sin ira ni resentimiento reconoció,

La fuerza de saber,

La ilusión de creer,

El empeño del que quiere ….

Salpicando a su paso,

Empapada que no mermada,

Caminó ajena a la hostilidad

Sintiendo firmeza en el interior.

Al fin dejó de luchar contra el reloj,

Sabedora de que los abandonos no siempre son derrotas,

Y algunas pérdidas son auténticos triunfos.

Continuó la tormenta,

Infinitos rayos surcaron el cielo plomizo

Iluminando el hermoso paisaje del camino,

Truenos estruendosos compusieron un desgarrador blues,

La incesante lluvia resultó una cálida compañía y

Los profundos charcos entretenidos escollos.

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Camden Town con otros ojos

Fotos: Mercedes De Soignie

Fotos: Mercedes De Soignie

Hay lugares donde el ambiente puede más que el entorno provocando, en ocasiones, una pérdida de atención al decorado. Un buen día levantas la vista, centras la atención en los edificios que dan cobijo a los transeuntes y la sorpresa salta en cada esquina.

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Porque ya se sabe …… Caminante no hay camino, se hace al andar …

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Y es entonces cuando descubres los edificios y contemplas los contenidos con otra perspectiva.

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Camden tiene múltiples posibilidades, alguna incorpora la silla de casa.

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Las cosas tienen más utilidades que las evidentes, saber verlas es un arte y reconocerlas, cuestión de atención

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Y a la hora de hacer un alto en el camino, una cerveza y una silla con vistas al mundo.

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Miedo al miedo

Causante de la inercia colectiva que nos mantiene impasibles ante la realidad actual, tiene un componente individual origen y principio del propio mal

El miedo a perder el empleo te lleva a aceptar lo inaceptable, a permanecer en silencio ante la evidencia, a bajar la cabeza a pesar de la razón.

Sentimos miedo a la vida más allá de la seguridad conocida, del estado de bienestar que tanto costó alcanzar, al paso del tiempo y sus consecuencias, a no valer cuando las arrugas surcan la piel que no el entendimiento.

Miedo a perder a quienes amamos, a ser presa del desánimo y la desidia, a enfrentarse cara a cara con aquellos que no ven más allá de la posición, a las consecuencias de la rebeldía y el desacato.

Miedo a llegar al final de camino para reconocer cuán equivocados estábamos, para enfrentarnos a lo desconocido, al olvido.

Y llegará un buen día que cansados de perder, de vivir sin vivir, levantemos la vista para descubrir que no estamos solos, que uno vale por lo que es y quien no sea capaz de entenderlo tiene un problema. Que el tuyo es seguir siendo tu y caminar mirando al frente para no perder nada de cuanto se cruce en el camino, sea cual sea, allá donde nos lleve

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