En un pasado sin fechas ni escenario, en un hoy suspendido en el tiempo y en un mañana de probables recuerdos, unas manos unirán a protagonistas conocidos y otros aún por conocer. Son manos nudosas, surcadas por gruesas venas, de fuerte carácter y gran determinación. Su personal imagen acompaña momentos cargados de tan profundas emociones que hasta las palabras huyen incapaces de mentar con veracidad cuanto ellas son capaces de expresar.
La decisión a la hora de cruzar por diferentes realidades o un simple paso de peatones, el valor para afrontar una inyección o traer al mundo un hijo; caricias que hablan de amor pero también de dolor con solo cambiar la situación. Sutiles gestos de unas manos que no necesitan rostro porque solo ellas dirán tanto con tan poco.
Fueron grandes en un tiempo y escaparse de ellas, ardua tarea cargada de deseos de independencia pero también de temeridad en más ocasiones de las que cabría desear. Resultaron de gran ayuda cuando comenzaron hablar de igual a igual, fieles compañeras a la hora de saltar los charcos de la vida, maestras en el arte de dar y también de negar, representaron la autoridad sin más argumento que la fuerza y el consuelo más allá de las lagrimas. Ayuda inestimable en momentos decisivos, a cara descubierta y también en la clandestinidad, presencia necesaria a la hora de continuar, esperanza en la adversidad, el deseo hecho realidad.
«Más que besarla,
más que acostarnos juntos,
más que ninguna cosa;
ella me daba la mano y eso era amor»
Mario Benedetti