Sin tiempo que perder

Foto: Mercedes De Soignie

Foto: Mercedes De Soignie

Planes aparcados, ideas pospuestas, visitas previstas, encuentros aplazados, comidas sin día, copas a la espera de lunas propicias. La lista creció durante años hasta aquel amanecer cuando, poco antes de salir el sol, la certeza se abrió camino entre los sueños.

El tiempo de esperar, posponer o dejar para más adelante, llegaba a su fin. No había nada traumático en la afirmación, apenas un sobresalto, un leve suspiro melancólico y el férreo convencimiento de vivir el momento.

Siempre le gustaron las certezas incluso cuando ignoraba qué camino tomar para su consecución. Al final aparecen, incluso en ocasiones, son ellos lo que te encuentran. Tal vez no sea fácil, probablemente; requiera determinación, por qué no; suponga riesgos, bendita inquietud; precise pasión, embriagadora sensación; exija un precio, uno más; te empuje al abismo, mortal zona de confort.

El fracaso nunca dependió exclusivamente del objetivo porque no siempre es este el fin. A veces solo supone un comienzo, un nuevo rumbo a seguir.

Esa mañana exigía empezar a andar sin posibilidad de un más tarde, otro día o un tal vez. El futuro ocaso marcaría un tiempo sin retorno donde descubrir una bienvenida implícita en la sonrisa, nuevos mundos escondidos en una mirada, caricias en busca de huella, besos a la espera de unos labios, la piel atrapada en el deseo, la ilusión instalada en el corazón.

Qué fácil resulta la comunicación sin palabras confiando en la comprensión ajena. Debe saber …… Sabrá. Cuánto se complica todo a la hora de saber qué decir, cómo explicar, cuándo callar.